Capital Social y Salud

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Erika Valero

El capital social constituye un determinante social de la salud, que ha cobrado especial relevancia en el área de la Salud Pública. Aunque se trata de un concepto reciente – su primera aparición data del siglo XX (1)– algunos autores como el sociólogo Durkheim ya intuyeron el efecto de la cohesión o integración social – características asociadas al concepto de capital social –  en el estado de salud de las comunidades. En una de sus obras más conocidas, este autor detectó que las regiones menos cohesionadas contaban con mayores tasas de suicidio (1). Asimismo,  en el ámbito de la salud pública, Dahlgren y Whitehead  (1991) incluyeron ya la noción de capital social en su modelo de los determinantes sociales de la salud denominándolo redes sociales y comunitarias.

El concepto de capital social tiene una doble vertiente: la individual y la comunitaria. En el primer caso, el capital social se vincula al nivel de soporte social y de otros recursos a los que tienen acceso las personas, y que son capaces de brindarles oportunidades, reconocimiento y otro tipo de bienes simbólicos y materiales. En el segundo caso, el capital social se entiende en base a ciertas características del entorno o de la comunidad. Desde esta perspectiva, Putman, politólogo que popularizó el término con su obra Bowling Alone, identificó el capital social con la existencia de redes comunitarias, el compromiso cívico, la identidad local, el sentido de solidaridad-equidad con otros miembros de la comunidad, la confianza y por último, la reciprocidad (2).

Atendiendo a esta diferenciación entre capital social individual y comunitario, diversas investigaciones (identificadas principalmente en los trabajos de Erikson (3) y  Pilkington (4), muestran la relación entre éste y la salud.

La implicación de una persona en distintas redes sociales puede constituir una forma de apoyo o sostén que tiene un impacto positivo sobre su salud, puesto que funciona como un factor de amortiguamiento del estrés.

Así, desde el punto de vista individual, la implicación de una persona en distintas redes sociales puede constituir una forma de apoyo o sostén que tiene un impacto positivo sobre su salud, puesto que funciona como un factor de amortiguamiento del estrés (5). Por otro lado, las personas del entorno social pueden condicionar los comportamientos adoptados   por   el   individuo   en   relación   a  la  salud (6).  Así, determinados hábitos como el tabaquismo o la alimentación dependen en parte del entorno que rodea a las personas y como es lógico, tienen un efecto directo sobre su salud (7). Asimismo, la participación social puede proporcionar oportunidades para el aprendizaje de nuevas habilidades además de conferir sentido de pertenencia a la comunidad (6), fenómenos que suelen afectar positivamente a la salud.

Asimismo, según los resultados obtenidos por Berkman y Glass, la pertenencia a un grupo puede dar acceso a recursos materiales, oportunidades laborales y distintos servicios que pueden mejorar la salud (6).

En relación al capital social a nivel colectivo, Wilkinson pone de manifiesto que tanto la esperanza de vida como otros indicadores de salud son mejores en las poblaciones con bajos niveles de desigualdad de renta. Según este autor, la explicación a este fenómeno se debe a que las sociedades más igualitarias cuentan con un entorno más positivo, caracterizado por la confianza y la cohesión social a nivel comunitario.

Esta misma lógica explica que las importantes diferencias de estatus entre los/as ciudadanos/as de las sociedades más desiguales (con un menor nivel de confianza y cohesión social), presenten mayores cuotas de ansiedad social y criminalidad (8). En una investigación en EEUU, los territorios con mayores niveles de desconfianza presentaron asimismo mayores tasas de mortalidad (9).

Otro ejemplo en este sentido es el estudio realizado por Bruhn y Wolf sobre las diferencias en las tasas de mortalidad por enfermedades cardiovasculares entre ciudades vecinas en Pensilvania. Estos autores concluyeron que la existencia de tasas de mortalidad inferiores en Roseto (ciudad de Pensilvania) en la década de los 30 se debían fundamentalmente a la cohesión comunitaria, el sólido apoyo interpersonal y los valores igualitarios (10).

En este sentido, Kawachi et al. ponen de manifiesto que los vecindarios o las comunidades cohesionadas tienen un mayor poder de influencia sobre las decisiones políticas que afectan a la comunidad (11). Así, una colectividad unida puede, por ejemplo, enfrentarse con más éxito a las iniciativas de recortes sobre el gasto sanitario en la comunidad (11). De igual forma, las comunidades con un alto capital social colectivo pueden favorecer la obtención de mejores resultados en salud mediante la promoción de normas saludables.  Asimismo,   los   entornos   caracterizados   por   la   confianza, la participación y el apoyo mutuo tendrían mayor capacidad para promover estilos de vida saludables (12)⁠. Por último, parece que el capital social colectivo facilita una difusión más rápida y profunda de la información y el conocimiento que, a su vez,  también parece estar relacionado  con la salud (13)⁠.

La figura que aparece a continuación representa el modelo para la teorización del capital social y consta de 3 grandes bloques. El primero representa, tal y como explica Lin (14), las precondiciones o los precursores del capital social: los factores de la estructura social por un lado y la posición del individuo en la misma, por otro. Estos elementos, desigualmente distribuidos, pueden facilitar u obstaculizar la “inversión” en capital social. El siguiente bloque caracteriza los mecanismos de “capitalización”, esto es, de acceso y movilización de redes y recursos, y el último, el de los llamados efectos, recoge los posibles rendimientos derivados del capital social. Tal y como podemos observar, una parte significativa de tales efectos tienen que ver con la salud y el bienestar de las personas.

Figura 1: Modelo para la teorización social

Fuente: Lin, N. Building a Network Theory of Social Capital (1999) [figura original en inglés; traducción propia]

*El documento en el que aparece por primera vez el término Capital Social, del autor L.J. Hanifan, se titula The rural school community center.

 

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